Barco a la deriva
por Ricardo Gondim
Hoy en día se habla mucho de una nueva Reforma en la cristiandad occidental.
Algunos creen que necesitamos repensar la fe cristiana porque el movimiento evangélico, como un barco sin timón, vaga a la deriva.
Me siento obligado a coincidir, pues siento que:
- Se perdió el mensaje de la Gracia. Si el inicio del evangelicalismo se dio en la gratuidad del amor, se volvió a la lógica religiosa de los sacrificios, de las penitencias – la espiritualidad es hoy ejercida dentro de una lógica retributiva.
- Se perdió el norte porque se adoptó el modelo corporativo, gerencial, capitalista de administración eclesiástica. La iglesia se condenó a operar con la misma premisa del mercado. Los miembros son tratados como clientes; el mensaje se volvió un producto; la concurrencia inhumana no permite comunión; el culto brilla como espectáculo; el pastor se vistió con los trajes de animador y, a veces, habla como especialista en autoayuda.
- Se perdió el norte porque no se consiguió producir discípulos de Cristo, únicamente consumidores de la religión para sus propios fines. Egocentrismo y hedonismo componen la receta de los discursos y de la práctica cristiana.
- Se perdió el norte porque la espiritualidad evangélica no logra ser la sal de la tierra; sin credibilidad para iluminar las desastrosas tinieblas en que la humanidad se metió. El mundo sabe – musulmanes y ateos – que el presidente estadounidense más irresponsable de los últimos 50 años es un evangélico practicante.
- Se perdió el norte porque no se encuentra más al Astro de infinita grandeza en los palcos y púlpitos de iglesias. Con una débil cristología, los evangélicos no presentan al Cristo bíblico; ellos se contentan con el cristo de sus fabricaciones idólatras.
Soli Deo Gloria.