22 de marzo de 2009

En Egipto, de vuelta al pasado

por Ricardo Gondim

Entré por una puerta baja y estrecha, me quité los zapatos y me vi frente a frente con la historia. La capilla saturada de humo, el suelo alfombrado y mis pies descalzos no me dejarán olvidar: yo estaba en al Monasterio de San Macario de la Iglesia Ortodoxa Copta, a unos 150 km. de El Cairo. Una construcción en medio del desierto. La experiencia fue única. Viajé en el túnel del tiempo hasta el siglo cuarto después de Cristo (recuerda que estamos en el veintiuno). El humo era incienso y mi olfato me ligaba a lo Divino, como natural de Ceará, me gusta la idea de poder “oler” a Dios.

Acompañado por otros pastores evangélicos, estreché la mano del monje Ireneo, un señor de 59 años de edad, que nunca se corta la barba y que nos recibió cubierto de un hábito negro. Además de un gorro negro, también usaba un velo. Ireneo tiene un doctorado en farmacología, entró a la visa monástica hace más 30 años y durante todo este tiempo nunca ha pisado el lado de afuera. No tiene contacto con el mundo, con los medios o con cualquier entretenimiento secular.

Con la misión de orar y trabajar, Ireneo cuida de la impresión de los libros que sus hermanos monjes escriben sobre espiritualidad, historia y teología.

Los coptos (copto significa egipcio) creen ser discípulos del evangelista Marcos. El monaquismo egipcio tuvo su origen mucho antes que las tradiciones monacales católicas. En la época de las persecuciones que los cristianos sufrieron en Alejandría, algunos hombres entendieron que debían preservar la fe refugiándose en el desierto. San Macario, influenciado por San Antonio cerca del año 340 d.C., asumió la dirección de uno de esos refugios. Para que la fe no se corrompiera, Macario hizo voto de vivir en absoluta soledad (la raíz mono en monaquismo significa solo).

Le pregunté a Ireneo cómo era su día. Hablando bajo, me contó que todos se levantan a las 4 de la madrugada y oran hasta las 6. Desayunan en silencio. Trabajan en las huertas, pomares y en la cría de ovejas y vacas lecheras. Almuerzan en silencio. Oran otras dos horas. Estudian y trabajan hasta las 6. Luego todos se encierran en sus celdas y cenan (o no) en soledad. Al día siguiente, la misma rutina.

Algunos pastores que acompañaban la visita fruncían el seño. Otros se mostraban indignados con la falta de compromiso de los monjes con las necesidades del mundo. A los más intolerantes les escandalizó el incienso. Pero yo quedé extasiado con la visita. ¿Cómo no impresionarme con una página importante de la fe cristiana? El legado de esos hombres preservó documentos vitales; debemos a los copistas, estudiosos y místicos la continuad del mensaje de Cristo en la época de la corrupción de cardenales y papas. Época de traidores de la fe.

En la capilla donde 49 monjes fueron despedazados, me recordé que la rama “protestante-fundamentalista-evangélica-pentecostal” que me formó tiene poco peso en la historia, menos de 150 años. El monasterio de San Macario sobrevive hace 1500.

Ireneo dejó su empleo y su familia, cambió de nombre, hizo voto de castidad y de pobreza. Todos los días lee la Biblia y se coloca en la brecha de la intercesión, suplicando a Dios para que no deje al mundo desbarrancarse. No sé si yo tendría el valor de hacer lo mismo, por lo tanto, no puedo criticarlo. En la despedida le pedí que me incluyera en sus oraciones, pues soy yo el miserable, ciego y desnudo.

Soli Deo Gloria.

Impresiones de Egipto

por Ricardo Gondim

Escribo desde El Cairo. Todo me llama la atención. Las mujeres, escondidas bajo velos negros, parecen monjas de claustro; los hombres, disfrazados para una fiesta de carnaval.

Doy vueltas. El torbellino cultural me deja tonto. Intento descifrar lo que nunca entenderé completamente. El Islam, casi omnipresente, prevalece aquí. Me doy cuenta que soy minoría, otra vez. Sobresalgo entre la multitud. No soy más que un simple turista. Me siento frágil. Tengo miedo. Estoy infectado con la paranoia occidental. La propaganda imperial se me pegó. Presiento que una bomba va a estallar en la próxima esquina. Veo terroristas donde no los hay.

Perdido, no interpreto el alfabeto que podría ayudarme a escoger las esquinas. Qué difícil es lidiar con los nuevos aromas, sabores y paisajes… Me veo en medio de una cultura en donde todo me espanta, todo choca, todo fascina.

Visité una Iglesia Ortodoxa Copta. El padre es una mezcla de monje peregrino con pastor evangélico. La iglesia, que comenzó en el basurero de la ciudad, se volvió un centro de peregrinación. El padre copto realiza una bellísima obra para cambiar la suerte de quien vive de los desperdicios, en medio de la más profunda miseria. Su ministerio ofrece un espacio de esperanza y reconstrucción. En Brasil, sin embargo, una mezcla de ese tipo jamás sería tolerada por el status quo protestante. En Egipto, su ministerio es celebrado como una renovación carismática dentro de la Ortodoxia Copta. Pero ese tipo de cosas es un enredo de un mundo que sólo los creyentes comprenden.

Aquí estoy participando de una reunión de pastores y líderes evangélicos del Tercer Mundo. Somos sólo 40. El hecho de estar en Egipto hace que la reunión tenga apariencia de conspiración. Una conspiración que anhela ganar el mundo. De nuevo, me siento medio extranjero entre mis pares. Ya abandoné la ambición de ganar al mundo. Entiendo que eso desestabiliza al alma. Las megalomanías no hacen bien a la salud espiritual, roban las anclas del alma y sofocan la mente.

Medito. ¿Qué significa ser cristiano en el mundo actual? Como no existen vacíos en el universo, el Islam crece vertiginosamente en diferentes regiones del mundo. Es la religión que más se propaga. Siglos después, los moros “reconquistan” Europa. La Francia iluminada no se conforma con burkas, mezquitas monumentales y alfombras extendidas para rezar.

Siento que los líderes evangélicos están asustados. Con toda la planificación gerencial, con todo el discurso triunfalista de que “Dios es por nosotros”, ellos no entienden el por qué los seguidores de Mahoma se multiplican como hongos. Mientras los evangélicos se embriagan con cultos a la personalidad e intentan probar la autenticidad del mensaje con milagros, el fenómeno religioso del momento es islámico.

Hoy visitaré un monasterio del siglo IV. Me preparo para más sustos.

Soli Deo Gloria.

8 de enero de 2009

Ninguna masacre es legítima

por Ricardo Gondim

Los actos de justicia son preciosos a los ojos del Señor. La idea de que el hombre fue creado a su imagen y semejanza fue interpretada, no como una analogía del ser, sino como una analogía del hacer. El hombre es llamado a actuar a semejanza de Dios. “Sé tú misericordioso como Él es misericordioso”.

El significado de haber sido creado a imagen de Dios está escondido en un enigma. Quizás podamos suponer que la intención era que el hombre fuese un testigo de Dios, un símbolo de Él. Al mirar al hombre, deberíamos sentir Su presencia. Pero, en vez de vivir como un testigo el hombre se volvió un impostor; en vez de ser un símbolo se volvió un ídolo. En su arrebato de vanidad desarrolló una falsa sensación de soberanía que invade al mundo con terror.

Estamos orgullosos de las hazañas de nuestra civilización tecnológica. Pero nuestro orgullo puede causar nuestra suprema humillación. El orgullo de sostener que “Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos” (Deuteronomio 8:17), nos llevará a decir “dios nuestro” a la obra de nuestras manos (Oseas 14:3).

Temblamos al pensar que en nuestra civilización hay una fuerza demoníaca que intenta vengarse de Dios.

Luego de comer el fruto prohibido, el Señor expulsó al hombre del Paraíso para labrar la tierra de donde fue formado. Pero, ¿qué hizo el hombre, que es más sutil que ninguna de las criaturas de Dios? Emprendió la construcción de un paraíso por medio de su propio poder y está expulsando a Dios de ese Paraíso. Durante varias generaciones las cosas parecían estar bien, pero ahora descubrimos que nuestro Paraíso estaba construido sobre un volcán que puede ser un enorme campo de exterminio para el hombre.

Este es el momento de gritar: ¡es vergonzoso el ser humano! Nos incomoda ser llamados religiosos ante el fracaso de la religión en mantener viva la imagen de Dios ante el hombre. Vemos lo que está escrito en el muro, pero somos demasiado analfabetas para comprender lo que quiere decir. No hay soluciones fáciles para problemas serios: todo lo que podemos predicar honestamente es una teología del desánimo. Hemos aprisionado a Dios en nuestros templos y en nuestros lemas, y ahora la palabra de Dios está muriendo en nuestros labios. Hemos dejado de ser símbolos. Hay oscuridad al este y presunción al oeste. ¿Y la noche? ¿Y la noche?

¿Qué es la Historia? Guerras, victorias y guerras. Muchos muertos. Muchas lágrimas. Un poco de resentimiento. Muchos miedos.

¿Y quién podría juzgar a las victimas de la crueldad cuyo horror se transforma en odio? ¿Será fácil impedir que el horror de la maldad se convierta en odio contra los malvados? El mundo está inundado de sangre y la culpa es inagotable.

¿No debería perderse toda esperanza?

Lo que salvó a los profetas de la desesperación fue su visión mesiánica y la idea de la capacidad del hombre para arrepentirse, lo que influenció su comprensión de la historia.

La historia no es un callejón sin salida, y la culpa no es un abismo. Siempre hay un camino por el cual se puede salir de la culpa: el arrepentimiento y el volver a Dios. El profeta es una persona que, aunque viviendo el desaliento, tiene el poder de trascenderlo. Por encima de la oscuridad de la experiencia ve surgir la visión de un día distinto.

Egipto y Asiria emprendieron guerras sangrientas. Odiándose mutuamente, ambos son enemigos de Israel. Sus idolatrías son abominables y sus crímenes terribles. ¿Cómo se siente Isaías, hijo de un pueblo que se distingue por tener el privilegio de ser llamado “Mi pueblo” por el Señor, la “obra de sus manos” (Isaías 60:21), cuando se refiere a Egipto y Asiria?

En aquel día habrá una carretera desde Egipto hasta Asiria. Los asirios irán a Egipto y los egipcios a Asiria, y unos y otros adorarán juntos. En aquel día Israel será, junto con Egipto y Asiria, una bendición en medio de la tierra. El Señor Todopoderoso los bendecirá, diciendo: “Bendito sea Egipto mi pueblo, y Asiria obra de mis manos, e Israel mi heredad” (Isaías 19:23-25).
Nuestro Dios es también el Dios de nuestros enemigos, sin que ellos lo conozcan y a pesar de desafiarlo. La enemistad entre las naciones se transformará en amistad. Vivirán juntas cuando juntas sirvan a Dios. Las tres serán igualmente el pueblo escogido de Dios.


(Antes de criticar los pensamientos escritos arriba, aconsejo prudencia. La falta de comillas [“”] es a propósito. Ninguna de las palabras que escribí salió de mi pluma. Todas fueron copiadas de Abraham Joshua Heschel, uno de los más venerados rabinos del siglo XX, y uno de los principales filósofos del judaísmo de todos los tiempos).

Soli Deo Gloria.

6 de enero de 2009

Gaza y las lecciones que aprendí

por Ricardo Gondim

En el estado de Ceará la gente considera que es indigno golpear a un borracho. Reacciono terminantemente al genocidio palestino. Mis vísceras se retuercen cuando veo un niño mutilado por las esquirlas. Me siento culpable porque duermo seguro. Me indigna mi impotencia. No me conforma ser insignificante. Me exaspera no tener la autoridad política para gritar: ¡Basta!

¿Cómo se bombardea una población indefensa, sin ejército, y sin lugar donde esconderse? No entiendo el cinismo de una nación que antes de lanzar bombas, ordena huir al pueblo. Pero, ¿huir adónde? Las fronteras fueron selladas, no existen albergues, búnkeres o refugios. La matanza es espantosa.

Pasa mí, esta guerra no es otra cosa que una limpieza étnica. Humillando al pueblo palestino hasta el polvo, quebrando la columna dorsal de su identidad, Israel espera ellos se dejen de molestar. Si la causa de Israel es noble, ¿por qué la prensa internacional tiene prohibido informarse sobre los acontecimientos?

Aunque horrorizado, he aprendido. Esos eventos tenebrosos me llevaron a admitir que ya no leo la Biblia con las mismas lentes. Abandoné la idea que las masacres del Antiguo Testamento fueron órdenes divinas. Entiendo que los genocidios relatados en la Biblia fueron cometidos con las mismas motivaciones políticas, por los mismos intereses económicos y con las ambiciones nacionalistas iguales a las actuales, pero atribuidos a un dios guerrero. No acepto que los “propósitos” divinos para el futuro estén conectados a la política militar de Israel. Me arrepiento de haber predicado, alguna vez, que “Israel es el reloj de Dios” para el fin de los tiempos.

Pretendo ser un discípulo de Jesús y quiero crecer en mi pacifismo. Creo que Jesucristo encarnó la plenitud de la Divinidad. Para mí, las bienaventuranzas del Sermón del Monte son indicadores para comportamientos individuales y decisiones nacionales. No acepto represalias y venganza. Permanezco fiel a la declaración de que Jesús es el príncipe de la paz.

Soli Deo Gloria.

Estoy horrorizado

por Ricardo Gondim

Si existe una lógica religiosa que legitima lo que viene sucediendo en la Franja de Gaza, yo no quiero ser parte de ella.

Si existe un dios que está en control de la masacre palestina, no lo quiero. Prometo luchar contra tal divinidad.

Si existen personas que reconocen el derecho de una nación poderosa a arrasar a una más débil, yo no quiero la compañía de esas personas.

Vea el siguiente video:

http://www.youtube.com/watch?v=Zcde75zLGnY

El link anterior fue censurado dos veces desde mi publicación. En la guerra de la información, la prensa mundial no tiene el permiso de Israel para entrar en Gaza, la “versión oficial” es la que debe prevalecer. Ayer vi una entrevista al famoso vicepresidente de Estados Unidos, Dick Chenney, apoyando la masacre palestina. Mi reacción inmediata fue: “Menos mal que estoy en la vereda de enfrente”.

Ante la censura, aquí va un link de Al Jazeera. Espero que no sufra censura.

http://www.youtube.com/watch?v=_gEBO-6VRjs

Lo que pienso sobre la masacre de Gaza

por Ricardo Gondim

El pueblo palestino padece horrores.

Dijo Bertolt Brecht: “Al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho que lo oprime”.
¿Quién podría no reaccionar ante tan gran opresión? Los palestinos viven sin comida, sin el derecho de salir y entrar, sin trabajo, apretados en una franja que se parece más a una gran colmena. Sí, hay odios antiguos, pero ellos reaccionan porque la paz no existe sin la justicia.

El gobierno de Israel promueve una masacre absurda sobre un pueblo geométricamente menos poderoso. Pero lo hace porque tiene el respaldo de Estados Unidos y cuenta con el silencio corrupto de los países árabes.

La prensa mundial tiene prohibida la entrada a la Franja de Gaza. Cuando Israel impide a la prensa dar testimonio de lo que sucede allí, todo se vuelve muy sospechoso. ¿Será que su objetivo mayor es hacer una limpieza étnica y verse libre de un pueblo que lo odia sin ser denunciado por el mundo libre?

Como soy líder de una comunidad cristiana, me horrorizo con los evangélicos que una vez más sustentan la lectura simplista que siempre hicieron de la Biblia. Para mantenerse coherentes, apoyan un ejército profesional en una carnicería sin precedentes. ¡Los creyentes me dan vergüenza! Ya he recibido correos electrónicos celebrando las bombas como señal del regreso de Cristo (bombas ciertamente elegidas por la Divinidad), con derecho al “Aleluya” y acompañados de la más miserable de las muletillas: “Dios está en control”.

Conozco todos los argumentos, no soy ingenuo. Sobran las explicaciones que legitiman el derecho de un pueblo despedazar a otro. Los muertos de las balas comunes, que abarrotan la historia, fueron enterrados con tales explicaciones. Para mi, basta y sobra un solo argumento, el de Jesucristo: “Ustedes han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo’. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo” (Mateo 5:43-44a).

La violencia solo suma ira al odio, y genera más muerte. No, no apruebo que los palestinos disparen cohetes, no estoy de acuerdo con el terrorismo (religioso o de Estado), no hago la vista gorda a la ira fundamentalista que busca arrojar a Israel al medio del mar. Aún así, alguien tiene que quebrar el ciclo perverso de la venganza. Sugiero que comience el más fuerte. Es todo.

Soli Deo Gloria.