7 de enero de 2007

El corazón partido de Dios

por Ricardo Gondim

“se arrepintió de haber hecho al ser humano en la tierra, y le dolió en el corazón”. Génesis 6:6

Recuerdo las primeras lecciones del catecismo cuando era joven. La profesora me enseñó que Dios extendió su brazo para destruir la tierra y la virgen María juntamente con su hijo Jesús sujetaron su mano para que no fuésemos destruidos. Así que, mi visión de Dios me aterrorizaba. Yo temía con un miedo cercano a la fobia. Creía en un Dios juez, fiscal implacable, severo y duro para con su creación.

Cuando leí la Biblia por primera vez, me impresioné con los relatos de destrucción y venganza. Debido a aquellas primeras impresiones del catecismo, mi atención se fijaba en el juicio divino. El diluvio, por encontrarse bien al inicio de la Biblia, reforzaba mi preconcepto de que Dios era implacable.

Un día el texto de Génesis 6:6 saltó delante de mi ojos y dos expresiones respecto a Dios allí revolucionaron mi vida. “Se arrepintió” y “le dolió en el corazón” me revelaron el corazón amoroso y paterno de Jehová que no se conformaba con la maldad universalizada en la creación. El pecado provocó dolor en el corazón de Dios. Cuando decidió soberanamente que nos crearía para amarnos, Dios se volvió frágil, se expuso a la posibilidad de ser rechazado. La versión de algunos rabinos para el diluvio es que después de insistir por más de un siglo, sin ser oído, para que hombres y mujeres percibiesen la locura del pecado, Dios lloró por cuarenta días y cuarenta noches y sus lágrimas llenaron la tierra.

El mayor mal del pecado es herir el corazón de aquel que nos quiere bien. Cuando nos rebelamos contra Dios, nos condenamos a la muerte y, para peor, magullamos profundamente a nuestro Padre Eterno. Que sea esta nuestra mayor motivación para no desear lo que es impuro e indigno.