15 de diciembre de 2006

Quiero vivir

por Ricardo Gondim

Quiero vivir sin las exigencias religiosas que no consideran que soy polvo. No acepto más que continúen demonizando mis inconveniencias; no admito que intenten oprimirme con culpas legalistas. Estoy, a duras penas, construyéndome, por lo tanto, no me someteré a las pedradas. Intento, Dios sabe cómo, ser sensible a la voz del Nazareno y no tolero gritos demagógicos de falsos santos, que intentan mostrarle al mundo lo que nunca fueron.

Quiero vivir sin los reclamos impiadosos de quien sólo desea usarme. No, no permitiré amistades puntuales e interesadas. Decidí no vivir más con colegas que reclaman la corrección dogmática de sus pares. Quiero ser libre para pensar y no escandalizar, soñar y no oprimir, reír y no decepcionar, llorar y no entristecer. Para mí, basta de ambientes arreglados. No quiero ser hipócrita para mostrar, sólo, mi vida o mi familia a través de fotografías donde todos posamos sonriendo.

Quiero vivir sin discursos idealizados. No quiero parlotear conceptos y verdades sacadas de libros teológicos, pero que no están ligados de modo alguno con el drama humano. Basta de sermones rellenados de jerga, que impresionan por la euforia, pero no significan cosa alguna a la hora en que una familia tiene que esperar en el pasillo de una Unidad de Terapia Intensiva o vuelve del cementerio. Me rehúso a continuar promoviendo ambientes religiosos emocionantes, restricto a momentos esporádicos. No quiero regresar a casa en paz y, cínicamente, abandonar a los que me oyeron a la dureza de la vida.

Quiero vivir sin la obligatoriedad de mantenerme siempre coherente, circunspecto, por encima de todo, correcto en mis inquietudes existenciales, filosóficas o espirituales. No quiero continuar conformándome a las expectativas de los fariseos de guardia. No temeré los ceños fruncidos de los doctores de la ley, que conocen la raíz griega de cada palabra de la Biblia, pero son indiferentes al sufrimiento de las multitudes; prefiero caminar al lado de pecadores a los ambientes asfixiantes de los fundamentalistas, donde las opiniones son tan fuertes que no se toleran contradicciones.

Quiero vivir sin miedo a los rótulos. Quiero cargar la memoria de mi padre, que fue preso político, pero nunca cedió en sus convicciones, aún bajo amenazas de la dictadura militar. Él no escondió su socialismo cuando eso significaba recibir el estigma de subversivo y terrorista.

Quiero vivir parecido a Jesús, mi gran héroe. Él fue libre, desligado de las instituciones y amigo de marginales. Quiero seguir sus pasos aunque incoherente, claudicante, perplejo o despavorido.

Se que esa aventura me consumirá por el resto de mi vida, pero es lo que quiero.

Soli Deo Gloria.