18 de diciembre de 2006

Huyendo del fariseísmo

por Ricardo Gondim

“"¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Dan la décima parte de sus especias: la menta, el anís y el comino. Pero han descuidado los asuntos más importantes de la ley, tales como la justicia, la misericordia y la fidelidad. Debían haber practicado esto sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos! Cuelan el mosquito pero se tragan el camello” (Mateo 23.23)

Muchas veces nos volvemos tan obsesivos con los detalles que perdemos de vista el todo. Entre los muchos problemas que el fariseísmo enfrentaba en los días de Cristo, habían perdido la noción del por qué del servicio a Dios. ¿A dónde queremos llegar con nuestras prácticas religiosas? ¿Cuál es el sentido de todo eso? Serían algunas preguntas que ellos podrían haber hecho, para no permitir que la religión se volviera tan sin propósito.

Ese mal continúa rondando los religiosos. Ellos se van especializando en pequeños detalles, los pormenores van exigiendo más y más tiempo hasta que llega un punto en que el rumbo se vuelve oscuro. Cuando se pierde el nexo, las ceremonias se transforman en ceremonialismo, las leyes en legalismo, las tradiciones en tradicionalismo. El ambiente religioso se vuelve asfixiante y los medios más importantes que los fines.

El fin de todo lo que se hace en la iglesia debe llevar a las personas a amar a Dios. Las organizaciones religiosas, los sistemas institucionales y todo ambiente comunitario no pueden dejar de facilitar nuestra intimidad con El. Las iglesias deben ser un lugar de aguas para los que tienen sed de Dios; lugar de pan para los que están con hambre espiritual; lugar de misericordia para los que acarrean culpas; lugar de afectos para los que se sienten huérfanos; lugar de cuidado para los que se sienten ovejas necesitadas de pastor. Sólo se alcanza ese objetivo amando a Dios, y sólo así huimos del fariseísmo y nos volvemos expresión de su amor.