Teología existencial
por Ricardo Gondim
Durante años, sin darme cuenta, actué como un religioso obstinado. Hoy lamento haber sido un inquisidor que defendió la “verdadera doctrina”; reniego de haberme sentado en la silla del fariseo intolerante que despellejó personas simples; lloro porque ya callé delante de los abusos de gente “famosa” sólo para continuar siendo estimado; tengo vergüenza de haber acicalado mi oratoria para atraer la simpatía de un clero que hoy menosprecio.
Para sorpresa de los fundamentalistas, pero para alegría de mis familiares, cambié bastante en los últimos años. Voy anticipando: no estoy ni un poquito preocupado por recibir buenos comentarios de los puritanos que intentan resucitar la ética victoriana; no voy a perder el sueño con quienes se escandalizan con mis textos pesimistas. Es más, le aconsejo a los piadosos que no visiten más mi página pues voy a continuar escribiendo textos bien sombríos.
Amiga lectora, no imaginas como reí cuando recibí correos electrónicos de creyentes escandalizados con mi arrebatamiento profano. ¿Recuerdas aquella noche cuando me deleité con la cananea Mercedes Sosa?, fue por eso.
Mi nueva teología no es nueva ni es mía. Ella viene siendo vivenciada por teólogos latinoamericanos que se distanciaron del canon oficial; gente de la estirpe de Juan Luis Segundo, Gustavo Gutiérrez, René Padilla, Orlando Costas, Leonardo Boff y Jung Mo Sung. Las cosas se precipitaron cuando me presentaron a Brian McLaren, Rob Bell y a los locos de la “Iglesia Emergente”. Francamente, no me llegan a gustar los libros de Max Lucado y tampoco me siento tentado a organizar mi iglesia con los “propósitos” de Rick Warren.
Mi nueva teología acarrea el ansia de libertad. Acepto que soy un romántico empedernido, siempre entusiasmado con esa palabra tan complicada. He ahí el motivo por el cual coincido con Karl Rahner cuando dice que “la libertad es siempre mediada por la realidad concreta del espacio y el tiempo, por la corporalidad y por la historia del hombre”1.
Pongo mi firma junto a la de Jürgen Moltmann cuando dice que “la libertad es un movimiento creador”. Me conmueve su afirmación: “Aquel que en pensamientos, palabras y acciones trasciende el presente en dirección al futuro, es verdaderamente libre. El futuro es para ser entendido como el espacio libre para la libertad creadora”2.
No puedo negar mi aprecio por Paul Tillich y por su concepto de libertad como fundadora del destino: “La libertad es experimentada como deliberación, decisión y responsabilidad… A la luz de ese análisis de la libertad, se vuelve comprensible el sentido de destino”3.
Me gusta el análisis de Jonathan Sacks cuando afirma que el concepto de libertad forma el cimiento del vínculo de la alianza entre Dios y el hombre.
El concepto de un vínculo de la alianza entre Dios y el hombre es revolucionario y no tiene paralelo en ningún otro sistema de pensamiento. Para nuestros antepasados, el hombre estaba a merced de fuerzas impersonales que debían ser aplacadas… para el humanismo secular, el hombre está solo en un universo ciego a sus esperanzas y sordo a sus plegarias. Todas estas visiones son coherentes, y cada una tiene sus adeptos.Mi nueva teología tiene como punto de partida no la teoría sino la vida, con sus ambigüedades y paradojas. No parto de premisas teóricas de argumentación “científica” de la verdad; no me dejo seducir con los devaneos conceptuales del mundo “desde arriba”; quiero trabajar con la revelación de la historia donde pongo mis pies. Quiero percibir el amor de Dios en el transcurso de la vida con todo lo que ella presenta de bueno y de malo.
Sin embargo sólo en el judaísmo encontramos la afirmación que, a pesar de su completa desigualdad, Dios y el hombre se encuentran como “compañeros en el trabajo de la Creación”. No conozco ninguna otra visión que le otorgue al ser humano tamaña dignidad y responsabilidad4.
No pretendo interpretar al mundo, sólo quiero modificarlo para que en él se anticipe el Reino de Dios. Hago mías las palabras de Moltmann en su análisis de la Teología de la Liberación:
“Al contrario de las teologías metafísicas, trascendentalistas o personalistas, la Teología de la Liberación comienza con la historia como escenario de la manifestación de Dios y del encuentro del hombre con Dios. Con esto ella se liga a las tradiciones bíblicas de la historia de Israel y de la historia de Cristo…”5.Sobre este suelo hermenéutico hago mi nueva teología, buscando crear una praxis que desarme estructuras injustas, opresoras y alienantes. Sin desmerecer la ortodoxia, busco mucho más realizar acciones transformadores de la realidad que intentar vengar mi exactitud conceptual: “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Juan 13:35).
Mi nueva teología es la antigua “teología de la esperanza”. Creo que fue por eso que me emocioné tanto con Carlos Mesters cuando me enseño que la relación de Dios con su pueblo es un llamado al dinamismo y no a la resignación:
La presencia de Dios en la vida era percibida (en el relato bíblico), ante todo, como llamado, como dinamismo, como futuro, que atraía y llamaba al pueblo a ir hacia delante, no permitiendo que se acomodara en el camino. La frase tantas veces repetida: “Haré de ustedes mi pueblo; y yo seré su Dios” (Éxodo 6:7), les hacía saber que la relación con Dios en el presente era apenas una ‘muestra gratis’ de aquella relación que se daría en el futuro.Mi nueva teología no está restringida a preparar gente para ir al cielo, quiero aprender a experimentar, aquí y ahora, la vida en abundancia que Jesús prometió.
La otra frase, igualmente frecuente, animaba al pueblo a nunca contentarse con lo que ya poseía y a profundizar allí donde estaba escondido el germen de toda libertad.
En otras palabras, la presencia de Dios era percibida y vivida como el fundamento de la esperanza que los animaba y los hacía caminar. Ella era una fuerza que dinamizaba la vida hacia delante, llevando al pueblo a conquistarse y a conquistar el futuro que él vislumbraba en el contacto con ese Dios.6.
Por último, creo que mi nueva teología tiene una pizca de existencialismo (no se si a Kierkegaard le gustaría saber eso) porque creo que el Reino de Dios ya está entre nosotros; pido a Él que me de ojos para ver, oídos para oír y un corazón para sentir esa realidad.
Soli Deo Gloria.
1 Rahner, Karl "Curso Fundamental de Fé", Ed. Paulinas, 1989, p. 53.
2 Moltmann, Jürgen "O Espírito da Vida", Ed. Vozes, 1999, p. 118.
3 Tillich, Paul "Teologia Sistemática", Ed. Sinodal, 2005, p.193.
4 Sacks, Jonathan "Uma Letra da Torá", Ed. Sêfer, 2002, p. 109.
5 Moltmann, Jürgen "O Espírito da Vida", Ed. Vozes, 1999, p.111.
6 Mesters, Carlos "Por Detrás das Palavras", Ed. Vozes, 1999, p. 113.