8 de mayo de 2007

El premio de los perseverantes

por Ricardo Gondim

“Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:21)

Mis brazos ya no soportaban más. Yo buscaba recuperar el aliento con desesperación. El vaivén de mi cabeza que se sumergía y emergía buscando oxígeno se volvió frenético. Nadaba preparándome para la próxima competencia y necesitaba intensificar el entrenamiento. Pero aquel día estaba exhausto. Me prometí que al tocar el borde de la piscina le pediría permiso al técnico para marcharme. Realmente no aguantaba más. “Llegué al límite”, dije jadeando. “¡Voy a parar ahora!”. Sin demostrar conmiseración, el entrenador me respondió dándome la espalda: – “¡Este es el momento en el que los mediocres se detienen!” –. Me sentí una basura. Busqué fuerzas de donde no tenía y volví a entrenar. Aprendí una lección ese día que me serviría para el resto de mi vida: el premio les será dado a los que no abandonan y permanecen en la lucha.

Hay muchos textos en la Biblia que nos exhortan a no desistir y prometen una recompensa a los perseverantes que cruzan la línea de llegada de la vida. ¡Cuántos proyectos y sueños se acaban porque las personas no dan el próximo paso!, abandonan todo creyendo que llegaron al límite de sus fuerzas. Algunos abandonan su matrimonio creyendo que no poseen recursos para salvarlo, otros abandonan sus sueños profesionales, deportivos y, lo peor de todo, mucha gente huye de Dios.

Nosotros vivimos como los que nadan, pedalean o corren. Vivir es una travesía que muchas veces parece imposible. Los percances del viaje son inesperados. Hasta los compañeros que van junto a nosotros no siempre son dignos de confianza. Pero Dios pide solamente que no abandonemos la carrera. Los incentivos que recibimos de Él son: que viajará a nuestro lado; Él no permitirá que las luchas sean mayores a nuestras fuerzas; y que recibiremos un galardón. La Biblia describe el desistir, volver atrás y no perseverar, como atributo de los cobardes; quienes se quedarán fuera del Reino.

Cuando creas que ya no tienes fuerzas, da una brazada más, una vuelta más al pedal, un paso más. ¡El Espíritu de Dios te ayudará a seguir adelante!

Soli Deo Gloria.