24 de abril de 2007

¿Qué clase de cristianos necesita el mundo?

por Ricardo Gondim

El pueblo de Israel buscó un rey que fuera estéticamente atractivo, y escogió a Saúl. Cierta iglesia necesitaba un pastor, por eso envió una solicitud a la denominación para que recomendaran un candidato al puesto. “Necesitamos de un pastor que de rodillas alcance el cielo”, decía el telegrama enviado.

Seria preferible un grupo de adoración simple y sin tanto esmero técnico, pero compuesto por hombres y mujeres de vida íntegra. Vale más un pastor sin los carismas cautivantes de los grandes oradores, pero que viva con aprecio y cuidado por las personas. No sirve de nada una brillante presentación de afinadas voces en el coro, pero despojada de virtud.

¿Por qué? Las razones son simples: los dones espirituales sin amor valen menos que un platillo que hace ruido; la fe sin carácter es igual a la presunción espiritual; los comportamientos religiosos sin misericordia son puro proselitismo; la acción eclesiástica sin carácter significa un activismo inconsecuente; los sermones sin vida valen lo mismo que los discursos tontos; la plegaria sin pureza de intenciones es menos que un rezo pagano.

El gran desafío del siglo XXI para el cristianismo es el de la credibilidad y no tanto la defensa de la verdad. Necesitamos de personas que sepan callar cuando otros hablan, o que hablen cuando sea necesario hacerlo; que prefieran caminar cuando otros corren; que amen más el silencio que el alboroto de los escenarios.

Necesitamos de cristianos que no se embriaguen con el poder, no amen el dinero y no busquen la (vana) gloria humana.

Solamente así la fe cristiana volverá a ser referencia de valores eternos, y no motivo de escarnio.

Soli Deo Gloria.