23 de abril de 2007

Nadie fue creado para el infierno

por Ricardo Gondim

Luego dirá a los que estén a su izquierda: "Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41)

Aquel sábado el sueño tardaba, porfiado, en llegar. La ansiedad de predicar el sermón del domingo me agitaba internamente. Terminé mis estudios, releí el papel escrito arduamente siempre con esa sensación de no estar debidamente preparado. Oré, tomé un vaso de leche caliente y encendí el televisor, intentando reconciliarme con la almohada.

Di con un programa sobre reportajes acerca de la noche en San Pablo. El periodista entrevistaba a travestis, mostrando la vida y los detalles sórdidos de esa forma de prostitución. Recuerdo una escena en que un travesti intentó inyectarse silicona en los pómulos, pero el producto no esterilizado le produjo una necrosis en el rostro y le causó daños irreparables en su apariencia. Una intervención que, aún con buenos resultados, las consecuencias no dejarían de ser menos bizarras. Soporté apenas unos minutos aquel viaje a la vida subterránea de la noche paulista. Luego de contemplar las viviendas y los callejones promiscuos, la tristeza y la explotación del ser humano por madamas y proxenetas malvados, volví a mi cama con la sensación de haber visitado el infierno.

Recosté mi cabeza en la almohada pensando si Dios había creado al ser humano pensando en hacer de él una escoria tan sucia. ¿Será que el plan inicial de Dios incluía una miseria tan absoluta? ¡Hoy estoy seguro que no! Cuando Dios nos creó pensaba en hacer hijas e hijos íntimos y cercanos a su corazón. Dios no nos creó para la desgracia, fuimos hechos para participar de la felicidad divina. El infierno no fue construido para que los Josés, los Silvios, las Marlenes o las Katias viviesen en él. El infierno fue construido para el diablo y sus ángeles.

Cuando las personas transforman sus hogares, relaciones, y la vida misma en un infierno, no están cumpliendo un designio “secreto y siniestro” de Dios; por el contrario, el infierno frustra al Señor. Dios quiere que nadie se pierda, no se alegra con la muerte del impío. Él ha hecho todo lo que podía ser hecho para que las personas salieran del camino que les lleva para el más absoluto terror e infelicidad.

Si el infierno no fue proyectado por Dios, si nadie ha nacido para ser destruido, todos los que quieren salir o ayudan a otros a salir del infierno cuentan con el cuidado del cielo. Ninguna persona que quiera revertir los procesos de muerte estará sola en esa tarea.

Soli Deo Gloria.