Preguntar no ofende
por Ricardo Gondim
Hay preguntas insistentes, y por más que intentemos callarlas, siguen resonando en nuestro interior.
¿Por qué hubo tanto interés por parte de Estados Unidos e Inglaterra para liberar a Irak de un dictador sanguinario, y no existe el mismo interés con Haití que vive en un caos total? ¿Será que la violencia es menos perversa allí? ¿Será que el gobierno norteamericano no advierte, con el mismo interés, el clamor de un pueblo que vive a menos de quinientos kilómetros de sus fronteras? ¿No habían aprendido a compadecerse de la suerte de quienes viven del otro lado del mundo?
¿Por qué las iglesias evangélicas norteamericanas no recuerdan las palabras de Jesus, “porque los que a hierro matan, a hierro mueren”? ¿Tampoco recuerdan “dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”? Como sal y luz de la tierra, los pastores ¿no deberían haberle recordado al presidente Bush -en tantos desayunos que la Casa Blanca organizó- que estaba por iniciar un ciclo interminable de violencia? ¿Quién es el mayor responsable por los más de cinco mil iraquíes muertos, y los más de dos mil doscientos soldados americanos que ya fueron sepultados? ¿Será responsabilidad de la política torpe o de los profetas que se callaron?
¿Por qué en Texas, conservador y fundamentalista, la tasa de divorcios es mayor que en Massachussets, liberal y tolerante? ¿Cuáles son los valores morales más importantes para elegir a un presidente? ¿La reivindicación de los derechos de los homosexuales para casarse, o la destrucción del medio ambiente? ¿El aborto, o el avance endémico del sida en África? ¿Las medidas proteccionistas que destruyen naciones enteras, o las propagandas sensuales en la televisión? ¿Qué cosas los evangélicos consideran vitales para que un país sea cristiano? ¿Un monumento de piedra en la puerta de un tribunal con los Diez Mandamientos? ¿La lujuria consumista? ¿Por qué la falta de autocontrol y la gula no son combatidas con vehemencia? ¿Por qué un país que dice estar experimentando un avivamiento religioso posee uno de los mayores índices de obesidad mórbida del planeta? ¿Será que esos obesos son, incluso, los propios cristianos?
¿Por qué el PT –Partido de los Trabajadores– no aprovechó su inmensa popularidad y promovió los grandes cambios estructurales que Brasil necesita? ¿Será que los votos que Lula recibió no significaron un clamor para no continuar con la política promovida por Fernando Henrique Cardoso, de buena convivencia con las elites? ¿Necesitaba Lula seguir besando la mano de los oligarcas que siempre se enriquecieron con el poder? ¿Será que George Orwell pensaba en Brasil cuando escribió “Rebelión en la granja”?
¿Por qué se habla tanto de la redistribución de la renta en Brasil y no hay ninguna acción concreta para revertir los más escandalosos modelos concentradores de riqueza del mundo? ¿A dónde va a parar el dinero de los impuestos que es arrancado de los trabajadores que, sin poder reaccionar, observan como sus salarios disminuyen desmedidamente? ¿Por qué los que dicen ser patriotas no aceptan que se toquen sus privilegios?
¿Por qué se predica tanta prosperidad en las iglesias evangélicas y la gran mayoría del pueblo continúa en la pobreza? Desde que las iglesias neopentecostales comenzaron a hablar de prosperidad ¿no ha pasado suficiente tiempo como para que se mejoraran algunas estadísticas económicas a nivel nacional? ¿Será que los salarios continúan sin aumentar, o los creyentes están escondiendo sus fortunas?
Algunas preguntas son insistentes y continuarán resonando. Son esas preguntas las que derriban a los poderosos. Ellas anticipan el brillo del sol de justicia. Entonces, aunque no estemos siendo oídos, continuemos cuestionando.
Soli Deo Gloria.