31 de julio de 2007

El No que puede, un día, volverse Sí

por Ricardo Gondim

No quepo dentro de los estrechos caminos por donde viajan las hienas que por naturaleza ríen, despreciando a sus semejantes.

No me siento bien en las salas de los amplios palacios donde viven monarcas alucinados.

No me gusta la gente que se cree dueña de triunfos ajenos.

No tolero a aquellos que espiritualizan la vida, e intentar transferir los gestos humanos a los ángeles.

No convivo bien con personas que adoran el peso de sus paranoias y teorías de conspiración.

No quiero la amistad de legalistas, siempre impropios ante las exigencias de la divinidad y de sus leyes.

No perderé mi tiempo con quien sólo razona con marcos de acero, sin jamás atreverse a tensarlos.

No tengo paciencia con aquellos que se contentan en repetir los discursos ajenos, sin cuestionar sus contenidos.

No perderé mi vida con los ideológicamente obtusos, estancados en odios y preconceptos.

No respiro el mismo ambiente de los que justifican la muerte de niños; no me bastan sus argumentos militares, teológicos, políticos, o utilitarios.

No quiero ir al mismo cielo de los que se jactan de su predestinación y saben explicar como los otros arderán en el infierno por toda la eternidad.

No imagino a los religiosos occidentales, glotones, consumistas, implacables con la sexualidad, pero condescendientes con la industria bélica, como los mayores responsables por la salvación de billones de almas.

No me gusta imaginar a Dios confinado a los pequeños círculos donde la teología intentó colocarle.

No tolero que se mezclen simplismos con esperanza; fantasía con optimismo; ilusiones con sueños; y evangelización con proselitismo.

No me considero capaz o legítimo representante de cosa alguna.

No permitiré que me roben el vivir confuso y feliz, centrado y complicado, coherente y extremadamente ambiguo.

No quiero simular, sólo vivir con integridad delante de los hombres y de aquel a quien llamo Dios.

Tengo muchos “no” porque deseo, algún día, concretar mi gran sí; son ellos los que forman mi canto y mi prosa.

Soli Deo Gloria.