6 de junio de 2007

Pistas para una espiritualidad liberadora

por Ricardo Gondim

Dios nos concedió la vida y con ella una dádiva extraordinaria: libertad. Los hijos de Dios fueron llamados a cumplir el propósito último de la creación alcanzando una independencia semejante a la de Jesucristo. Él usó su libertad para hacer el bien, sometiéndose voluntariamente a Dios. Caminar libre es caminar responsablemente, rechazar la condición de subordinado y no dejarse conducir con correas. Solamente los libres reconocen su dignidad humana creada a imagen de Dios y, sin servilismo, no bajan la cabeza ante los opresores.

Los religiosos también han intentado humillar a sus seguidores. A lo largo de la historia el clero ha montado estructuras con el objetivo de esclavizar a través de la intimidación, el terror y la muerte. Aterrorizaban porque amenazaban con maldiciones divinas. Sin embargo, es posible andar prevenidos contra aquellos que se atreven a manipular y oprimir en nombre de Dios.

1. Cuidado con instituciones que prometen desgracias para quienes se desvinculan de ellas. Una organización que necesita resguardar la lealtad de sus miembros con intimidación, se inspira en el diablo. Dios no propone que sus relaciones se basen en el soborno o la coerción.

2. Cuidado con los líderes que intentan defender sus posiciones proclamando hacer recibido una unción especial del cielo. Ellos se creen incuestionables. Sin embargo, entre los humanos nadie habla “ex cátedra” porque ninguna profecía es de particular interpretación.

3. Cuidado con cualquier revelación misteriosa, que no puede ser debatida. No acepte el estigma de rebelde sólo porque buscó comprender una determinada doctrina. Una persona no puede ser considerada insumisa cuando pregunta con motivaciones genuinas. Un culto legítimo necesita de racionalidad.

4. Cuidado con las nuevas verdades que, de tan inéditas, ni siquiera los apóstoles las percibieron. Todo concepto nuevo debe producir una sensación de ya ser conocido, pero que puede necesitar de mayor explicación o sistematización. Toda gran herejía nació de personas que se creyeron profetas de oráculos inéditos.

5. Cuidado con prácticas que sólo suceden en lugares de puertas cerradas. Las experiencias religiosas en ambientes secretos tienden a la promiscuidad o al autoritarismo. No merece credibilidad quien necesita esconder lo que practica por miedo a la exposición. Dios es luz, y desea que se anuncien sus verdades desde arriba de las azoteas.

6. Cuidado con los líderes que se envanecen con sus títulos y gustan de tratos formales. Jesús rechazó la vulgar adulación de las personas y enseñó que sus seguidores no podían llamar a nadie de maestro, pues solamente Dios merece una honra como esa.

7. Cuidado con organizaciones que se estructuran con jerarquías de poder. El reino de Dios no funciona como los gobiernos del mundo, donde los fuertes comandan. Iglesias que valoran rangos e incentivan la oposición política forman liderazgos domesticados, que siempre coinciden con los influyentes que están arriba. Los que desean “llegar a la cima” corren el riego de vender la propia alma.

8. Cuidado con los líderes que aman el dinero, principalmente los que se enriquecieron. Ellos se sienten merecedores de lo mejor, sueñan con proyectos faraónicos y usan la lógica maquiavélica de que el fin justifica los medios. Crean costosas estructuras, carentes de un volumen absurdo de recursos, y luego no saben si adoran para recaudar o si recaudan para seguir adorando. Jesús ya dio vuelta las mesas de instituciones como esas.

9. Cuidado con iglesias que poseen un grupo privilegiado en lo alto de su estructura. Esa elite blinda al líder de convivir con el pueblo y él termina deshumanizado, pues pierde contacto con la realidad de la vida y no oye críticas; ni siquiera nota que sus aduladores sólo quieren preservar sus privilegios.

10. Cuidado con mensajes que enfatizan exageradamente la culpa. Un legalista necesita de personas que nunca se sienten libres. Él no cree en la madurez cristiana, capitaliza con la incoherencia humana y tiraniza sus auditorios. Evangelio significa buena noticia y debe generar ambientes agradables, nunca paranoicos.
Hace más de dos mil años Juan amonestó a sus lectores que debían poner a prueba los espíritus. Nunca hemos necesitado seguir su consejo tanto como ahora.

Soli Deo Gloria.

“Queridos hermanos, no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu, sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas.”
(1º Juan 4:1)