4 de septiembre de 2008

Oración como poder

por Ricardo Gondim

Acabo de ver la cadena de televisión estadounidense MSNBC. Estupefacto, escucho que el psicólogo-pedagogo James Dobson, un líder ultraconservador de la derecha evangélica, convocó una reunión de oración para pedir que un temporal estropeara el discurso de Barack Obama (el tiro le salió por la culata, pues un huracán casi termina con la convención de los republicanos).

La neopentecostal Valnice Milhomens, precursora de la teología de la prosperidad en Brasil, afirmó que Fernando Collor de Melo fue producto de la oración “en el seno de los evangélicos”. Según ella, cuando Collor enfrentó a Lula da Silva, los creyentes le dieron la victoria.

Max Lucado fue el eco de la enorme mayoría evangélica que apoyó la invasión a Irak. En un “desayuno de oración” con George W. Bush, pastores de varias denominaciones bendijeron las tropas que avanzaban con tanques y aviones, lanzando misiles “inteligentes”. Millares murieron y los púlpitos se mancharon de sangre. ¿Cómo hacen algunos de ellos para volver a citar: “Bienaventurados los pacificadores porque serán llamados hijos de Dios”?

Edir Macedo sugirió que Lula, su actual correligionario, era una encarnación de Satanás. Según el obispo, el diablo sería un ángel “barbudo, sin un dedo y con el frenillo lingual corto”.

¿Cuál es la correlación entre los hechos? Es simple: ávidos de poder, hombres y mujeres utilizan la religión para legitimar sus ambiciones. Hasta pierden el temor de quebrantar el tercer mandamiento: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano”.

La lógica sería la siguiente: “nosotros somos los escogidos de Dios, por lo tanto podemos acceder a su poder y combatir a quien juzguemos como enemigo”. Si el presidente es cristiano y sabe orar, no existe la mínima posibilidad de errar o de reproducir una política belicista, imperialista. “The President” cumple con los propósitos eternos del Señor. Si sucedieran muertes: “Dios las necesita para cumplir con su agenda”.

¡Basta! Discursos semejantes justificaron la carnicería de Moctezuma. La rapiña española en Latinoamérica que exterminó naciones era “necesaria para terminar con la idolatría pagana”. Para establecer de manera correcta la civilización cristiana, los negros agonizaron en el sótano de barcos inmundos; muchos pasaron por la vida como animales encadenados. Y todas las carabelas partieron de la península Ibérica con misas y bendiciones oficiales del Papa –todo para la “gloria de Dios”-.

Me encontraba participando de una reunión evangélica en Atlanta, Georgia, cuando Bill Clinton ganó la elección. En ese mismo momento, escuchaba al pensador indio radicado en Estados Unidos, Ravi Zacharias. Él predijo con mucha vehemencia que la permisividad moral del nuevo presidente llevaría a la nación a la bancarrota. Zacharias fracasó en su pronóstico. Clinton produjo excelentes resultados para su país e incluso logró la reelección.

Sigo siendo cristiano porque reconozco que Dios no se deja manipular por ruegos tan perversos e inconsecuentes, de lo contrario tendría terror de algunas oraciones que ya se han hecho en mi contra –parecidas a las de James Dobson-.

Soli Deo Gloria.