Despedidas necesarias
por Ricardo Gondim
Puedo haberlo aceptado, pero no tolero más la idea de volver a subir a un escenario de show evangélico. Ya pasé la vergüenza de dar una “palabrita” entre un artista y otro para luego preguntarme: “¿qué fui a hacer allí?”
Crié un verdadero rechazo a las muletillas que, en esos grandes espectáculos, presumiblemente exaltan la gloria de Yavé. Rostros empapados de sudor y manos levantadas por el frenesí bien teatralizado de “levitas” simplemente vacíos no me impresionan más.
Lo intento, pero no logro entender la utilidad de las “Marchas para Jesús”. Quizá sirvan para mostrar a los buitres políticos del país la presa electoral que los apóstoles de turno logran juntar. A decir verdad, en esas marchas las bandas arrastran a los creyentes a un carnaval a destiempo. Pueden interrumpir el tránsito del sábado, ¡pero la comunidad gay percibirá que los creyentes son numerosos e igualmente extravagantes!
Ya fui un pastor almidonado, pero hoy desprecio los trajes Armani, los gemelos de oro, los relojes empedrados de brillantes que componen el kit de los “siervos” de Dios que, con tic nervioso, se arreglan la corbata para mostrar como la “unción” les infló el pescuezo.
Río siempre que me deparo con las estadísticas de los creyentes. Leí que un evangelista estaba logrando “ganar” cien mil almas para Cristo por año; determinada misión, que se volvió notable al mostrar la película Jesús, “convierte” decenas de millones por mes. Un misionero alemán, que carga la mayor carpa del mundo por tierra africana, reporta números astronómicos; otro pastor americano afirma haber vendido más libros que cualquier otro autor secular o religioso de todos los tiempos. Si fuera a darles crédito, la población de la tierra ya se hubiera convertido unas cinco o seis veces.
Sospecho de los testimonios de milagro con el mismo cuidado con el que abro la carta que me dice que gané treinta kilos de oro en un sorteo del que nunca participé. Si todas las maravillas propagadas en los programas de televisión y todas las intervenciones sobrenaturales anunciadas por la radio sucedieran realmente, con seguridad, la renta per cápita de América Latina sería mayor a la de Suiza y la comunidad científica ya estaría investigando el secreto del cáncer erradicado entre los pentecostales.
Llega el tiempo en que las fases, procesos y estaciones se cierran. Se hace necesario dejar la vieja piel para recubrirse de la nueva. Cuando doy la espalda a muchas cosas, presiento la Tierra Prometida más allá del río que lucho por atravesar.
Soli Deo Gloria.