15 de febrero de 2007

Basta de prometer bendición

por Ricardo Gondim

Ya no se soporta más tanta promesa de bendición. Molesta tener que oír a los pastores ofreciendo los más prósperos votos de felicidad y protección divina en cada culto. Ser bendecido se volvió casi una obsesión evangélica nacional.

Se promete tanta riqueza, salud física y felicidad que, por el número de campañas de oración realizadas, Brasil ya debería haber mejorado algunos de los índices de calidad de vida de las Naciones Unidas; con algo de alivio en la distribución de las ganancias o menos filas en los dispensarios públicos.

Basta de prometer bendición. La espiritualidad cristiana con sus oraciones, ritos y expectativas no gira en torno a la intención de ganar el beneficio celestial. El énfasis de los evangelios no se resume en un solo tema. Jesús les recordó a sus primeros discípulos que antes de preocuparse en salvar la vida, ellos necesitaban estar dispuestos a perderla (Marcos 8:35)

La magnitud de una causa no está determinada por aquello que sus seguidores ganan al conseguirla, sino por el precio que están dispuestos a pagar por ella.

Basta de prometer bendición. Los auditorios colmados de personas ávidas por recibir mayor auxilio divino favorecen el egocentrismo. Cuanto más se promete, más se quiere recibir. Ese camino no tiene fin. El salmo 106 narra el comportamiento de los judíos durante el período de su liberación del cautiverio egipcio.

Luego de sucesivos milagros, el pueblo parecía no saciarse, siempre exigiendo más. Esa fascinación por la siguiente intervención divina se transformó en codicia, y el versículo 15 nos deja una dura declaración:

“Y él les dio lo que pidieron,
pero les envió una enfermedad devastadora”.
Basta de prometer bendición. La Biblia no puede reducirse a una cajita de afirmaciones optimistas. Para seguir con su discurso de carácter práctico, la mayoría de los pastores sólo citan textos sacados del Antiguo Testamento y, aún, del período judío anterior al exilio.

Los sermones que buscan enfatizar bendiciones dejan de lado los textos contundentes del Nuevo Testamento en que los cristianos son convocados a vivir en un mundo cruel y doloroso. Jesús no intentó “dorar la píldora” y tampoco encubrió la verdad:
… en este mundo afrontarán aflicciones… (Juan 16:33)
Paulo advirtió a la Iglesia a no imaginarse bajo un caparazón de prosperidad:
Después de anunciar las buenas nuevas en aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, Pablo y Bernabé regresaron (…) fortaleciendo a los discípulos y animándolos a perseverar en la fe. "Es necesario pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios", les decían. (Hechos 14:21-22)
Jesús reveló a la iglesia de Esmirna, en el Apocalipsis, el tenor de su misión:
“No tengas miedo de lo que estás por sufrir” (Apocalipsis 2:10)
Basta de prometer bendición. Quien se obliga verbalmente a dar todo, si es adorado, es el diablo; nunca Dios (Mateo 4:9). La espiritualidad judeocristiana no se establece sobre el utilitarismo. Dios no quiere adoración por lo que Él da, sino por lo que Él es.

En el libro de Job, Satanás hizo una acusación gravísima a Dios. Él intentó incriminar a Jehová de ser amado por sus hijos por soborno:
Satanás replicó:
¿Y acaso Job te honra sin recibir nada a cambio?” (Job 1:9)
La narrativa poética del libro entero deja claro que el Señor no era amado por sus innumerables bendiciones sobre la vida y la familia de Job que, pobre, aún puede exclamar:
“Desnudo salí del vientre de mi madre,
y desnudo he de partir.
El Señor ha dado; el Señor ha quitado.
¡Bendito sea el nombre del Señor!” (Job 1:21)
Basta de prometer bendiciones. La virtud cristiana que debe buscarse prioritariamente es la justicia. En el Sermón del Monte, los que tuvieren hambre y sed de justicia serán saciados (Mateo 5:6). Cuando el cristianismo destaca la promoción de la justicia, todas las demás bendiciones se vuelven secundarias (Mateo 6:33). Además, no existe predicación legítimamente evangélica sin la búsqueda del derecho:
… porque el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo. (Romanos 14:17)
Antes de ambicionar para sí la benevolencia del Señor, los creyentes deberían anhelar la promesa de Isaías 61:3:
Serán llamados robles de justicia,
plantío del Señor, para mostrar su gloria.
La Iglesia Evangélica crece velozmente en Brasil, pero ¿se habrá dado cuenta de todas las implicaciones de lo que significa seguir a Cristo?

Soli Deo Gloria.

___

N. del T. Este texto hace parte del último libro de Ricardo Gondim llamado “O que os evangélicos [não] falam”, aún no editado en español.